Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja. Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae” sino que
llegado el escenario del otoño inicia la danza maravillosa del
soltarse. Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra
predisposición al desprendimiento.
Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y
profundo de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al
vacío del aire, sabe del latido profundo de una vida que está siempre en
movimiento y en actitud de renovación...
La hoja que se suelta
comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz
generosa que albergará el brote de una nueva hoja. La coreografía de las
hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento traza un
indecible canto de libertad y supone una interpelación constante y
contundente para todos y cada uno de los árboles humanos que somos
nosotros.
Cada hoja al aire que me está susurrando al oído del alma ¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!. Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente a la brisa de su propia entrega contundente. Con este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento de
creatividad ya que con él está gestando el irrumpir de una próxima
primavera...
Reconozco y confieso públicamente, ante este
público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana, que soy un
árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas, tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote, me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles, con estos
hábitos perennes, con estas conductas fijadas, con estos pensamientos
arraigados, con este entorno ya conocido…
Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que “se dejan caer”. Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe, confianza, esplendidez y donación. Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia consciencia y
libertad, el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más
hermoso.
Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor."La Sabiduría de Vivir
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